Este artículo rescatado en Suburbia, publicado originalmente en IndyMedia Irlanda, me ha recordado las manifestaciones de febrero contra la guerra en Irak. Millones de personas en todo el mundo movilizadas gracias a Internet, y con el esfuerzo más o menos difuso de los medios convencionales por no dar cobertura a la importancia de esos hechos. ¿O es que simplemente no se enteraban?

Dos fuerzas chocando: los medios establecidos, la agenda global contra… ¿contra qué? ¿Quién estaba detrás de aquellas movilizaciones históricas?

Porque, sin duda, lo fueron: si estuviste en algunas de las manifestaciones, no hay que explicar más. Si no estuviste, igual es más díficil de creer. Pero, por ejemplo, las barricadas que montó la Policía Nacional en Moncloa para impedir que cientos de miles de personas marchasen hasta la residencia del bigotes, allí estaban; toda esa gente teniendo que dar media vuelta e inundando toda la calle Princesa hasta la Red de San Luís bajando por Montera hasta Sol, allí estaban. Y después de tardar dos horas y media en hacer ese recorrido volvieses al principio y siguiese habiendo gente… allí estaban. Manifestaciones espontáneas que se convocaban casi de un día para otro; incluso se improvisaba el recorrido, como en este caso. Una improvisación de ¿medio millón de personas?

¿Quién estaba detrás de aquellas movilizaciones históricas? Se podría afirmar que un montón de organizaciones sociales, redes alternativas de información, etc. Pero, sin desmerecer, yo creo que muchos de los padres que acudían con sus hijos a las manifestaciones, poca idea tienen de esas cosas.

Yo creo que detrás de aquellas movilizaciones había tres cosas:

  • El sentido común de la gente
  • Una herramienta, un medio sencillo y accesible para poder enterarse de cuando era la próxima (internet y los denostados emails en cadena)
  • Y una razón que a uno le tocaba la fibra, que le hacía movilizarse (nunca mejor dicho, sobre todo en estos tiempos de bits etéros)

Aquello fue bonito; emocionante ver tantas calles con tanta gente. Pero no se consiguió lo que se pretendía: parar la guerra, o al menos que España no participase en ella. Las consecuencias están siendo (y lo seguirán siendo) mucho peores de lo que uno se imaginaba; y no ha vuelto a haber ninguna manifestación como aquellas.

Sentido común seguimos teniendo… ¿no?. Internet sigue existiendo, y en teoría debe tener acceso más gente que entonces. Entonces, ¿lo que ha desaparecido es una razón poderosa que nos haga mover el trasero?

Podría ser. Pero más que razón poderosa, habría que hablar de una razón concreta, un hecho con fecha de caducidad, algo “tangible”, un elemento simple – como en su día fue el decidir apoyar la guerra. Llevamos meses bombardeados en los medios con informaciones (que no información) sobre la guerra; de hecho, seguro que ahora hay mucho más tiempo dedicado a la guerra que en los días en los que las calles estaban abarrotadas de gente. Entonces, ¿esa razón poderosa que nos toca la fibra y que nos impulsa a movilizarnos no debería ser más grande ahora que nunca?

Pues parece que no. Que los medios y la agenda mediática funcionan como un tranquilizante inoculado por vía intravenosa no es ninguna novedad. Se podría arengar a la gente para que espabile y haga algo, un poco de acción más allá de las más que dudosas suscripciones/apadrinamientos de niños africanos; pero hasta que la agenda deje de arroparnos como lo hace ahora, hay pocas esperanzas. Pero manifestaciones como las de febrero nos dicen que tal cosa es posible.

Todavía queda bastante hasta que se consiga tejer una agenda mediática alternativa a la de los medios – algo que, sin duda, ocurrirá. Aunque eso de agenda alternativa, por fragmentada y diversa, se contradiga con la propia definición de agenda. Al lado de las manifestaciones multitudinarias, imposibles sin Internet, los blogs y la sensación de pertenencia a una comunidad que empiezan a generar podría constituir, el tiempo lo dirá, un precedente en la construcción de una nueva agenda, pero sobre todo, en la destrucción de la actual.

Eso de “sensación de pertenencia a una comunidad” es discutible, y seguro que alguien podrá expresarlo mucho mejor. ¿Redes sociales? Me es igual: basicamente me refiero a la creación de redes espontáneas, un montón de personas que se reunen para hacer cosas juntos sin que haya nadie concreto (una empresa, un gobierno) que lo ordene ni lo posibilite. Nadie que tenga la posibilidad de introducir sus ideas y motivaciones entre las de los demás, desvirtuando el fin de ese grupo. La única motivación, orden, es una idea, un sentimiento, una necesidad; y la tecnología lo que lo hace posible. Podemos ventilarnos los intermediarios, pero sobre todo, es lo que necesitamos.

Estas motivaciones que surjen de uno mismo son las más potentes que puede tener una persona, las que más le pueden llevar a moverse, a hacer algo por alcanzarlas (siempre que no sean neutralizadas por otras “necesidades” que ponte tu a pensar de dónde han salido y si son “tus” necesidades realmente). Cuando estas motivaciones comiencen a dar frutos tangibles, que la gente pueda ver, tocar, y por las que sentir -sana- envidia, es cuando esta agenda alternativa, fragmentada y diversa se empiece a imponer sobre la actual agenda global. Algo que ya ha empezado a suceder.