(…) Esto significa que existen lectores dispuestos a recorrer el camino de la ficción en los weblogs, y también significa que la gigantesca lista de bitácoras que hablan sobre bitácoras, o sobre la modernidad encriptada, y que se encierran en élites tontorronas de liderazgo infantil, y que se mueren por aparecer en la prensa tradicional que al mismo tiempo repudian, no sólo son productos mediocres en su mayoría, repetitivos y adolescentes, sino que además no le interesan mayormente a nadie. O a ellos mismos. Eso no está mal, claro. Lo que está mal es que se les dé a ellos la supuesta hegemonía o batuta de un formato con el que no saben qué hacer.