Hace tiempo lo comentaba, las redes sociales no son nada nuevo. Pero es que de hecho, son algo mucho más viejo:

Las redes sociales son tan antiguas como la propia humanidad, pero han cobrado nueva vida bajo el informacionalismo porque las nuevas tecnologías realzan la flexibilidad inherente a las redes, al tiempo que solucionan los problemas de coordinación y gobierno que a lo largo de la historia lastraban a las redes en su competencia con las organizaciones jerárquicas.

Esto lo escribe sesudamente Manuel Castells en el epílogo de La Etica del Hacker, libro que recomiendo encarecidamente a todo el mundo. Yo me crucé por casualidad con una edición de bolsillo (no las que estoy viendo en Internet) muy asequible hace unos días, aunque fue editado en 2001. Escrito por Peka Himanen y con prólogo de Linus Torvalds.

El autor realiza comparaciones que algunos consideran un tanto atrevidas (por ser educados), aunque no dejan de ser interesantes: se remonta hasta la Academia de Platón para comparar sus métodos de enseñanza (o más bien aprendizaje) con los de la universidad actual, heredera del funcionamiento de los monasterios medievales, y de los valores de la ética protestante del trabajo, para venir a decir que estas tres últimas cosas tienen demasiado en común, en contraposición con la ética del hacker, caracterizada por tener unos valores muy diferentes.